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Actividad R4-3 Autobiografía lingüística

Reflexionar sobre las lenguas y variedades lingüísticas que conocemos y su vitalidad nos permite apreciar no solo nuestro propio repertorio lingüístico, sino también la riqueza y diversidad del lenguaje humano. Cada lengua que aprendemos o con la que interactuamos lleva consigo una historia, una cultura y una forma única de ver el mundo.
Nací en la capital de Armenia, donde las voces del pasado y el presente se entrelazan en un tapiz de sonidos y culturas. Mi primer idioma, el armenio, me fue transmitido como un tesoro familiar, lleno de historias, canciones y tradiciones que han moldeado mi identidad desde la infancia.
El ruso entró en mi vida como una suave brisa, traído por las ondas de la radio y la televisión, así como por los libros y maestros en la escuela. Aprendí a navegar entre el armenio y el ruso con la misma facilidad con la que recorría las calles de mi ciudad natal, una danza entre dos culturas que coexistían en armoniosa diversidad.
Durante mi adolescencia, un nuevo idioma capturó mi curiosidad: el español. Fascinado por sus ritmos y su riqueza expresiva, me sumergí en la literatura y la música hispanohablantes. A través de autores como García Márquez y Pablo Neruda, el español se convirtió no solo en un idioma, sino en una ventana a un mundo vibrante y emocional.
La vida me llevó después a Cataluña, donde el catalán se presentó como un desafío y una oportunidad. Al principio, cada palabra era un descubrimiento, cada frase un pequeño triunfo. Con el tiempo, el catalán se entrelazó con mi vida cotidiana, convirtiéndose en el idioma de mis amistades, mi trabajo y mis días.
El francés y el inglés se sumaron a mi repertorio lingüístico durante mis años universitarios y profesionales. El francés, estudiado con rigor académico, se convirtió en el idioma de la elegancia y la reflexión. El inglés, en cambio, era la llave para comunicarme con el mundo, para acceder a un sinfín de conocimientos y conectar con personas de todos los rincones del planeta.
Cada idioma que he aprendido lleva consigo recuerdos y experiencias únicas. Hubo momentos de lucha y frustración, como cuando las palabras se enredaban en mi lengua o los acentos se escapaban de mi comprensión. Pero también hubo momentos de alegría y triunfo, como cuando pude expresar un sentimiento complejo o compartir una broma en un idioma recién adquirido.
A lo largo de los años, algunos idiomas han ido y venido, fluctuando en mi vida, como las mareas. Hay días en que el armenio resuena con más fuerza, evocando recuerdos de mi infancia, y otros en que el español toma el protagonismo, llenando mis pensamientos y sueños.
En mi viaje lingüístico, he enfrentado tanto elogios como críticas. Algunos han admirado mi capacidad para navegar entre idiomas, mientras que otros han señalado mis imperfecciones y acentos. Sin embargo, cada comentario, ya sea positivo o negativo, ha sido un escalón más en mi camino de aprendizaje y autoconocimiento.
Hoy, miro hacia atrás y veo un mosaico de idiomas que forman parte de quién soy. Cada lengua es un capítulo de mi historia, un reflejo de mis raíces, mis viajes y mis encuentros. En este mundo cada vez más interconectado, mi repertorio lingüístico es un puente hacia otras culturas, otras formas de ver y entender la vida. Y así, entre palabras y silencios, continúo tejiendo la narrativa de mi vida, una vida contada en seis idiomas.

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